13 de abril de 2010

Ragoldet, el rey necio


En un Reino muy antiguo, llamado Lagtho, vivía un rey llamado Ragoldet. Era un joven aún, pues hacía poco había sucedido a su padre, Goldar, quien había fallecido. El difunto monarca había vivido cien años y su reinado había sido conocido por la prosperidad y justicia que había impartido.
Todos los súbditos de Lagtho esperaban que Ragoldet siguiera los pasos de su venerable padre. Sin embargo, sus esperanzas eran vanas pues el joven rey no tenía nada en común con el sabio Goldar, por el contrario, era una persona que no había aprovechado la educación que su padre se había esforzado por darle. Ragoldet tan sólo apreciaba los placeres vulgares: salir a cazar, abusar del vino y los manjares, perseguir mujeres y maltratar a aquellos que consideraba inferior a él.
Cuando inició su reinado pensó que tan sólo se trataría de diversión y placeres, pero no fue así. Los ministros lo empezaron a perseguir para que cumpliera sus deberes de rey. Le decían: “Debes casarte para darle un heredero a tu Casa…”, “Debes firmar el tratado de paz…”, “No hagas una guerra inútil…”. Ragoldet tan sólo se limitaba a decir sí o no, pero no se involucraba realmente con su compromiso con Lagtho, en realidad odiaba ser rey. Hubiese preferido seguir siendo un joven despreocupado que disfrutaba de los placeres mundanos.
Un día, varios años después de haber sido coronado rey, Ragoldet pensó que ya era hora de contraer matrimonio. Llegó a pensar esto porque se dio cuenta que si no tenía un hijo, su linaje se perdería. Al mismo tiempo vio que ya no era tan joven y que muchos nobles de su reino ambicionaban su título si él moría sin herederos. Con cierta desesperación empezó a buscar en los reinos cercanos a la princesa que sería su esposa, pero a todas les faltaba algo para que a él no le convenciera. Generalmente siempre se trataba de una cuestión estética; de este modo estuvo seis años buscando sin encontrar a la princesa ideal.
Los ministros se impacientaban, veían que el rey ya estaba en la madurez y aun no había asegurado la continuidad de su Casa. Entonces, un día, uno de los ministros más sagaces de Lagtho se acercó al rey y le dio un consejo: “No te fijes tanto en la belleza de las princesas, fíjate en la herencia que te pueden dejar, los beneficios para Lagtho. Eso es lo importante”
El rey pensó en esto y decidió que el astuto anciano tenía razón, buscaría a la princesa más rica y la conseguiría para su propio beneficio. Reanudó la búsqueda y después de desechar a las princesas menos potentadas, encontró a una. Esta princesa pertenecía a un reino llamado Thagornia, un país alejado de Lagtho. La dama se llamaba Alabis, era muy bella y rica y poseía la ventaja de ser la única heredera de su reino, pues sus cuatro hermanos habían fallecido en una guerra contra Lindot, un reino que finalmente había sido anexionado a Thagornia. Pero a pesar de estas grandes ventajas, Alabis era una mujer de carácter colérico y caprichoso.
Ragoldet pidió la mano de Alabis y le fue concedida sin dificultad, pues los reyes de Thagornia vieron que era un buen pretendiente para su hija. El reino de Lagtho era tan rico y poderoso como Thagornia y sería una alianza provechosa para ambas monarquías.
Alabis se disgustó mucho cuando sus padres le informaron que se casaría con Ragoldet, ya que lo veía gordo, feo y grosero. Sin embargo aceptó la propuesta; ella era tan ambiciosa como su futuro esposo.
La ceremonia se llevó a cabo en Lagtho con la mayor suntuosidad posible, ya que Ragoldet quería demostrar a los nobles que su Casa continuaría gobernando y que ellos no tendrían oportunidad alguna. Por otra parte, los ministros estaban muy conformes ya que la futura reina era bella, rica y de noble estirpe.
Pero no todo salió como Ragoldet lo había planeado. Alabis tan sólo le pudo dar una hija, a quien llamaron Uthien. Esta situación significaba el final de Lagtho como reino y el rey empezó a caer en una paranoia incesante, pues sabía que si no había un heredero varón su Casa se perdería y los nobles se abalanzarían por las ansias de poder y podría surgir una guerra civil.
Los nobles se dieron cuenta de la débil situación de su rey y empezaron a urdir intrigas políticas, pero no tuvieron éxito alguno ya que Ragoldet los descubrió y decapitó a todos los traidores finalizando así las tentativas de destronarlo.
Alabis, era una reina muy influyente en el reino y consiguió que se dictara una ley que permitía que su hija fuera gobernante legítima de Lagtho. Los ministros no se animaron a contradecirla ya que conocían las consecuencias de la ira de la reina y declararon la ley. Esto fue un golpe a los intereses de los ambiciosos nobles que habían sobrevivido a la rabia de Ragoldet y se vieron obligados a prestar juramento so pena de muerte a la pequeña princesa Uthien, que mostraba haber heredado el irritable carácter de su madre y la determinación de su padre.
Muchos años después Alabis falleció por una peste que azotó a Lagtho y Ragoldet no lo lamentó, siempre había considerado a su esposa como a una histérica y nunca le había gustado su actitud dominante en los asuntos del reino. La muerte de la reina le dio como beneficio el control sobre el reino de Thagornia, que ahora le pertenecía por las leyes de aquel país.
Ragoldet estaba conforme, era inmensamente rico, su Casa se había salvado con la ley que protegía a Uthien y sus dominios eran más extensos. Pero una situación cambiaría esta cómoda existencia…

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