5 de marzo de 2010

Una sensación extraña

— “No me siento bien” — concluyó la joven para sus adentros con un amplio sentimiento de temor en lo más profundo de su ser.

La señorita “E” estaba en su cuarto, sentada sobre la cama (perfectamente tendida), las paredes bien pintadas no acompañaban el triste espíritu de este ser. Unos pocos muebles contra las prolijas paredes y las cortinas marrones no lograban un efecto más animado en alguien que no se sintiera bien, más bien apagaban todo intento de alegría.

“E” hacía tiempo que no se sentía bien, algo le faltaba; lo sentía en la calle, en la casa, en el jardín. Era una sensación tan desagradable y lo que la hacía más amarga era su difícil entendimiento. Era como una especie de enfermedad que carcomía por dentro, no era difícil de identificar pues los síntomas siempre era iguales: tristeza, soledad, un vacio interno y al final las lágrimas. Sin embargo, a pesar de ser sencillo saber que se sentía enferma no bastaba, porque lo más difícil de todo era saber cuál era la causa de esa dolencia tan profunda, tan al fondo, tan cerca del corazón. “E” no lo sabía y hacía tiempo que había iniciado la búsqueda del origen del daño pero sin resultados, pues a pesar de que se sentía agotada no conseguía saber el porque de lo que ocurría.

Los días, las semanas y los meses pasaban y el malestar y la incertidumbre tan solo aumentaban y no había nada que evitara el dolor en el interior de la joven.

Pero a pesar de todo, “E” sabía en lo más profundo de su persona las causas del malestar, sabía que faltaba un elemento esencial para sentirse armónica con los elementos vitales de su complicada vida, necesitaba a su complemento, ese que la acompañara en su vida, que no era sencilla por la extravagante y extraña forma de ser. Si “E” se negaba a si misma esto era simplemente porque era mucho más sencillo negarlo que afrontarlo y por momentos tan sólo pensaba esta causa, pero después la cohibía y dejaba que su mente vagara hacía caminos sin salida. No tenía fe en su personalidad, pues siempre se preguntaba a si misma ¿quién podrá siquiera observarme? No, no existía confianza en ello; quizás no existía por muchas otras razones propias del pasado, un pasado lejano, negro…”pasado al fin”

La búsqueda sigue aún, en esto días pero parece no terminar, se hace infinita…

“E” continúa en su habitación, territorio sagrado, su único reino, en el que las fantasías y la música pueden volar todo lo que quieran sin que nadie ponga límites, es el santuario…Algunas vez, tal vez consiga al complemento que la termine por realizar…

Por Edle M. Julve

2 comentarios:

  1. Al terminar de leer el relato me viene a la mente la imagen de un espejo....pero el reflejo aun no lo veo, sere yo? seras vos?... quizas alguno de losq hayan leido tambien este cuento se sientan reflejados, a veces creo q sos muy intuitiva mi querida Dama! no dejes de pubñicar se te quiere =3

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  2. A mi me pasa cuando viajo solo. Me siento y comienzo a indagar mi pasado y lo que me falta para transformar en hechos ciertas utopías. Es un estado necesario esa soledad y estar con uno mismo se hace imprescindible entre quienes adoramos escuchar en medio del ruido, las voces de la gente, pero que adoramos el silencio de nuestra propia voz. Y seguimos buscando, escuchándonos.

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"El puntapié que me asestaste… ¿No será una opinión?"